Con las manos en la masa

JAIME SABATER PERALES/DOMINGO DÍA 01 DE NOVIEMBRE DEL 2020
Siempre que vuelves a casa me pillas en la cocina, embadurnada de harina, con las manos en la masa...
Así empezaba la sintonía de aquel programa que presentaba Elena Santonja y cantaba Joaquín Sabina junto a Gloria Van Aerssen de Vainica Doble, a mediados de los ochenta.
Al tiempo, los geniales Martes y 13 parodiaban el programa con el ya mítico “Santonja, toma pan y monja”
Manos, masa, monja, tres palabras que se unen para despertar nuestro apetito y traernos sabores de antaño y mil recuerdos.
Recuerdos a misterio, a curiosidad, a tiempos que no volverán, a poyete limpio y acera de adoquín mojada, a campanas repicando y olores que evocan la infancia.
Un patio blanco con macetas, un cesto y una cuerda y, en el lado opuesto, un torno que da vueltas.
Ave María Purísima...
Y el torno te devolvía aquel paquete perfectamente envuelto y lazado que escondía el secreto que mejor guardaban aquellos muros.
¡Qué aroma emanaba aquella cajita!
Qué difícil ser capaz de llegar a casa sin abrirlo y dejar la docena en decena o la media en dos pares; uno para mamá, otro para papá, mis tres hermanos y ¿Cuántos, cuántos de aquellos pastelitos me tocarían a mí?
La repostería siempre me ha parecido algo imposible. Este cocinitas que se atreve con las paellas, es capaz de hornear un pargo o de marinar un salmón; trató un día de hacer unas magdalenas y; aparte de guarrear la cocina para tres días, atascar el fregadero y quemar el motor de la batidora; sufrí una enorme frustración al ver aquellas bolitas subir y subir y al abrir la puerta del horno, bajar y bajar hasta sólo verse los moldes de papel rizado.
Para mí es casi alquimia, donde cantidades, tiempos, orden, limpieza y paciencia, se me hacen milagros fuera de mi alcance.
Manos blancas y limpias como sus cocinas y sus hábitos, blancas como la harina, la leche y el azúcar glasé.
La blancura de las monjitas transmite paz y dulzura y desde sus conventos, como los Reyes Magos desde Oriente, nos regalan sus labores de cocina.
Que la imaginación vuele y la memoria infantil nos abra el alma y el apetito, pero, aunque llueva, truene o en la calle siga el bicho, a mí no me quita nadie el darme un dulce capricho.
Jaime Sabater Perales
#misrelatosfavoritos